¿Quién le teme a Naomi Klein?

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No Logo (2001) fue el libro con que Naomi Klein se transformó en una de las teóricas más importantes del movimiento antiglobalización. Apunta en contra de las multinacionales, las marcas con nombre y apellido que se esfuerzan por crear una cultura en torno a ellas. Fue tildada de propagandista, panfletaria y reina de los globalifóbicos por muchos, aunque ella asegura que solo quería ser un miembro activo y crítico en la sociedad: “No quiero ser un Mesías político. Quiero llevar el activismo al siguiente nivel investigando y escribiendo”, dijo en una entrevista. Hay que saber que su libro está lleno de referencias y fuentes que demuestran una investigación de años, pero como ya es un personaje pop hay opiniones encontradas: es citada por quienes quieren mostrar una imagen disidente o intelectual y vapuleada por quienes dicen saber más o tener la razón con pensamientos más "profundos". No fue de un día para otro que Klein se convirtió en una líder de opinión. Nació en 1970 y según sus palabras en su adolescencia se transformó en una “rata de los centros comerciales atraída por los logos de las marcas”, parte de una generación completa que en los ochenta creció consumiendo bajo el microscopio del marketing. Cuando tenía 19 años y después de una masacre en la universidad de Montreal, donde ella estudiaba (un hombre asesinó a 14 mujeres acusándolas de feministas), despertaron sus ganas por convertirse en una voz que fuera escuchada. Al ser de izquierda, tomó conciencia de su estancamiento y a desconfiar de las multinacionales que se abanderaban con causas nobles buscando publicidad y reconocimiento. Sus padres cruzaron la frontera de Canadá a Estados Unidos para protestar contra al guerra de Vietnam y su abuelo organizó la primera huelga en Disney. Gracias a ese ambiente tuvo la posibilidad de recorrer el mundo coleccionando hechos del movimiento antiglobalización naciente. A los 35 años, esta periodista ya ha escrito en Toronto Life, The Village Voice, Globe and Mail y se puede leer hoy en The Guardian y hasta La Nación publica sus columnas. Plantea dirigirse a la mente de las personas que están preocupadas de lo que ocurre pero no tienen un marco de pensamiento, como los jóvenes que la ven como su primer referente político, ya que sus temas son la cultura, la música y el trabajo. ¿Qué plantea en No Logo? Que las marcas invaden el espacio público y privado, que se ofrecen estilos de vida al consumir y que sólo miden el progreso a través de crecimiento y rentabilidad. Podríamos decir que es un nuevo discurso en contra del capitalismo, un neocomunismo. Pero ella misma dice que un modelo centralizado no funciona, que su opción va por la democracia participativa y el desarrollo económico comunitario. Su mayor preocupación va relacionada en que se quiere hacer una cultura de marcas, que las empresas se están saliendo del área de producción. O la bipolaridad de algunas, por ejemplo Nike, al pagarle cifras altas a deportistas o modelos por publicidad, contrastando la realidad de quienes fabrican las zapatillas o accesorios, en países en donde se crean nuevas leyes que permiten que niños o mujeres trabajen sin las condiciones laborales mínimas.

Su idea es mejorar las condiciones de trabajo y que la seguridad social sea un tema. Cree que el estilo sobre la sustancia ya fue, que la política “pepsodent” no sirve. Lo que quiere es crear una agenda, que los temas se toquen mundialmente. Llevar el espíritu de Internet a la calle ya que ahora se duda de todo, la gente perdió la fe en los políticos y las empresas. Todo un desafío. Klein viajó a Argentina en el año 2002 con su marido Ari Lewis. Estudiaron sobre los movimientos sociales luego de la crisis del 2001 y realizaron un documental para comprender la historia reciente del que fuera el país más próspero de América Latina. Durante este mes lo estrenó con el nombre de “La Toma”. Cuenta que, en 1976, Argentina tenía un 5% de pobreza y una deuda externa de 5 mil millones de dólares. El golpe militar de Videla y la implementación de una política neoliberal cambiaría las cosas, además del exterminio de miles de personas y la destrucción del aparato productivo. Todo esto pasando por el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) con la privatización de las empresas públicas y la corrupción, falsos diputados incluidos. La pobreza subió a un 50% y la deuda externa a 150 mil millones de dólares. En plena crisis surge el movimiento de fábricas recuperadas, que fueron unidades quebradas cuyos trabajadores asumían la producción para conservar sus empleos. El documental se centra en una de estas empresas en la provincia de Neuquen. Los trabajadores obtuvieron créditos y trabajaron si sueldo por meses para echar a andar nuevamente la economía. Todo aquello condimentado con la compra de votos en la elección presidencial de 2003. La periodista es otra de las personas en contra del gobierno de Bush, crítica en la guerra contra el “terrorismo” y la ocupación y reconstrucción de Irak. Una mujer muy conocedora de la realidad social en el mundo, pero ¿sirve de algo? Antes que se editara “No Logo” organizaciones antiglobalización llenaron las calles de Seattle, Estados Unidos, en contra de la Organización Mundial del Comercio, lo que impulsó a Klein a creer más en sus planteamientos. Pero ya ha pasado tiempo y si bien ha seguido trabajando y pensadores intelectuales aplauden sus columnas, libros y documentales, seguirá dando una pelea sin fin, sin los resultados que busca.

Es obvio que no se puede cambiar el ritmo de vida, y que el marxismo, izquierdismo, anarcosindicalismo, la vanguardia cultural y otros fueron sistemas que no funcionaron en la práctica. Ahora, muchos creen que la revolución de Internet (blogs incluidos) puede ser más eficaz, quién sabe. Pero conocer lo que pasa y ser una vocera es el trabajo envidiable de esta mujer, aunque sea difícil llegar a las soluciones que sueña, ya estamos y nacimos en una sociedad que impone reglas, ya existen. Toda una rock star.

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