Favor Llenar el Formulario

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Si compro determinada marca de cerveza, zapatillas, cigarros o ropa. Si mi teléfono móvil es de cierta compañía y mi conexión a Internet de otra. Si frecuento aquel bar, tetería o café. Si viajo frecuentemente fuera de Santiago o de Chile. Si poseo aquel modelo de auto. Si tengo I-pod. Si voy al cine una vez por semana. Toda esta información, y más, determina lo que somos y es la responsable de lo que un creativo de agencia de publicidad inventa para querer vendernos algún producto o servicio, algo normal, pero también es lo que hace que una marca publique en tal o cual medio. Lo que no queda claro es que si en verdad todo este análisis de individuos en bases de datos es 100% real, o quieren hacernos creer que somos de una forma ya definida. Ese límite no está marcado pero existen quienes les gusta pertenecer y formar parte de aquello, por lo que se esfuerzan más de lo normal para lograrlo. Si enviamos nuestros datos vía web(en los muchos sitios que lo solicitan) y tenemos las características necesarias, pueden llegar a nuestra puerta las revistas gratuitas de moda, tener descuentos en fiestas top mostrando una tarjeta de plástico o simplemente ser parte de un “estudio de mercado”, pero ¿Puedo ser procesado como un clon junto a cientos de personas? ¿En realidad pertenecemos a grupos ya creados? Pensar en aquello llega a dar miedo, o es a lo menos desconcertante. El susto es mayor cuando, aunque seas parte de esa interminable lista de personas “supuestamente” con los mismos intereses, no te ves reflejado ni en la forma ni en el producto, ya que sabes o quieres creer que ese filtro no es más que una farsa, aunque internamente sepas que no deja de ser cierto. Así algunos llegan a la creación de un mundo propio, portátil, de gente que es muy parecida en la forma, pero, supuestamente, muy diferente en el fondo. Ropa usada o de las nuevas tiendas vintage con glamour; objetos decorativos no en serie para la casa, departamento o habitación. Elementos que te hacen parte de otro tipo de estudio, el de las “tribus urbanas”, en donde influyes menos en la publicidad, pero puedes llegar creer que eres único. Es la otra parte, también poco creíble de la individualidad, el “yo soy diferente y lo seré por siempre”. Dependiendo del estilo existen tiendas, marcas, discoteques y música que pretenden venderte algo a tu medida, como también las personas que ven en ser “diferente” un negocio tan rentable como ser “fashion”. Pero, ¿Qué pasa cuando ni siquiera ahí te sientes a gusto? ¿Qué pasa cuando no tienes el “síndrome del crítico musical” que no puede escuchar a Mogwai y después seguir con Madonna? (Sí, no me canso de repetirlo) ¿Qué pasa con los que compran ropa de una marca top y la mezclan con la ropa de un cajón de la calle Bandera? ¿Mienten? ¿Qué pasa cuando todos ya están metidos en el “sistema” y siguen creyendo que son lo más rebelde de la sociedad? También es un poco aterrador. Lo más increible es que todavía existe gente que cree que por comprar determinado producto o servicio pueda cambiar el mundo. Hasta un Punk está metido en el engranaje aunque pida monedas a la salida del metro. Ya le vendieron otra pomada, pensó y sigue pensando que los demás son tontos. La esperanza es que llegando a un punto crítico (en que la moda deja de ser una constante), las cosas deberían ser un poco más claras y lo que te guste, uses, compres, vendas, arriendes, comas o vistas deja de ser una marca que te asegura bienestar, para transformarse en algo cotidiano y nada de esclavizante. Bloquearlo. Al llegar a ese momento, me imagino, las elecciones deben ser naturales y la personalidad estará más que formada. ¿A qué edad ocurre? No lo sé, hay personas que pasan toda una vida queriendo ser como el mercado mande y otras que mueren creyendo que no están insertas en el mundo mientras compran sus productos alternativos con casilla en Miami vía Internet. Cada quien con su verdad aunque no asuman que ya es tarde, pertenecemos y somos parte de un grupo, ya que todo está pensado para que creamos lo contrario. Todo se reduce a tener, porque para ser más hay que tener más. Y aunque no sea así, puede llegar alguien y decirte simplemente "ondero".